¿Y si no reconozco el texto del ejercicio práctico?

¿Y si no reconozco el texto del ejercicio práctico?

Una duda que nos angustia: ¿Y si no reconozco el texto del ejercicio práctico?

A menudo los opositores se angustian ante la prueba de comentario pensando en que será muy probable que no reconozcan el texto o textos que aparezcan en la misma. Y es normal… ¡Hay tantísimas obras en casi mil años de literatura española! Lo normal, de hecho, es que no lo reconozcamos.

Mi experiencia personal ante el comentario de texto de las oposiciones

Yo me presenté entre 1992 y 1998 a siete convocatorias (una en 1992, otra en 1993, otras dos en 1994, una en 1996 y otras dos en 1998, cuando obtuve la plaza). En ellas me enfrenté a seis comentarios. De los seis reconocí tres obras (el Laberinto de Fortuna de Juan de Mena, Cien años de soledad de García Márquez y un poema amoroso de Jorge Manrique). Y en otras tres ocasiones no las reconocí y, sin embargo, mis calificaciones estuvieron siempre entre las tres primeras del tribunal. ¿Por qué?

En la oposición, todo es relativo

Una de las razones por las que me fue muy bien a pesar de que no acerté las obras fue que los demás tampoco lo hicieran. Las tres obras que no acerté fueron un fragmento de La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro, un poema de cancionero del siglo XV cuyo autor no identifiqué (Andalucía, 1994) y un texto en prosa bastante experimental de Cansinos Assens (Madrid, 1996). En los tres casos acerté el género de la obra, la época y el movimiento, excepto en el último de ellos, en que erré claramente en la época, pues adscribí el texto (siempre con cautela) al experimentalismo de los años 60-70 cuando pertenecía a la vanguardia de los años 20-30. ¿Por qué obtuve entonces la mejor nota del tribunal? Pues muy probablemente porque todo lo razoné correctamente y señalé los rasgos experimentales acertadamente y, seguramente también, porque nadie acertó la obra, el autor y la época. Si de las cien personas que hicimos ese comentario, ochenta hubieran señalado que el texto era de Cansinos, seguramente mi nota hubiera bajado y bastante. Es decir, al final, todo depende de cuántas personas reconozcan el texto y eso depende de su dificultad. Si el texto es muy difícil y poco conocido, pocas personas lo reconocerán. Si el texto es muy sencillo, lo reconocerán muchas personas y en ese caso, reconocerlo se dará por supuesto. Por ejemplo, si aparece el soneto XXIII de Garcilaso y no lo reconocemos, apaga y vámonos.

¿Qué hacer si no reconocemos la obra?

Así pues, cuando no reconocemos el texto, lo más importante es la cautela, porque podemos caer incluso en el ridículo. Si no reconocemos la obra (y se trata de un comentario literario), hemos de concentrarnos en su época, movimiento literario y género. Lo fundamental será señalar los rasgos temáticos y formales que veamos en el texto y relacionarlos con estos tres elementos. Si razonamos bien lo que hemos indicado, nuestro comentario será, al menos, correcto y estará, al menos, aprobado.

¿Qué hacer si reconocemos la obra?

Además de lo dicho anteriormente, tendríamos que buscar los elementos que aparecen en el texto que son característicos del autor y de la obra, cuidando de indicar a qué parte de la obra pertenece el fragmento para mostrar al tribunal, en todo caso, que dominamos la obra sobre la que estamos escribiendo. Cuanto más conocida sea la obra, más importante es que seamos capaces de situar el fragmento dentro de la misma. Por ejemplo, el Quijote ha aparecido muchas veces en las oposiciones. Si aparece un fragmento, hay que reconocerlo y situarlo funcionalmente. Por ello es importante saber qué obras hay que incluir en nuestro plan de lectura, tal y como ocurre en nuestra preparación.

La técnica del comentario es lo fundamental

En realidad, lo que quiere decir esto es que el dominio de la técnica del comentario es lo fundamental. Comenzar por leer de forma comprensiva y adecuada, sabiendo lo que hemos de buscar y redactar de forma correcta apoyándonos en los ejemplos que el texto nos dé son la mejor garantía de que nuestro ejercicio pasará el corte. Por otra parte, nunca hemos de olvidar la necesidad de contar con alguien honesto y formado que nos corrija los ejercicios, nos señale nuestros aciertos y nuestros errores y nos dé pautas de mejora. Yo, afortunadamente, lo tuve en la persona de Jesús Felipe Martínez Sánchez, mi maestro y amigo, desgraciadamente ya fallecido.

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