Tema 29. La expansión de los reinos cristianos en la península ibérica

Tema 29. La expansión de los reinos cristianos en la península ibérica

Por aquí tenemos un montón de test para repasar todos los temas y unas cuantas películas que te pueden ayudar para estudiar o explicar el temario .

Continuamos nuestra serie El personaje del tema, en la que vamos destacando a una persona relacionada con cada tema. No se trata de un elección objetiva, sencillamente nos fijamos en un personaje que nos llama la atención por algún motivo. Por supuesto, cada lector puede tener su propia opinión sobre quién sería, a su juicio, el personaje destacado del tema.

El matrimonio de una niña para unir dos reinos

En el caso del tema 29 nos hemos fijado en Petronila de Aragón, una mujer que fue dada en matrimonio cuando solo contaba un año de edad, que de hecho fue concebida con ese propósito y que, seguramente sin quererlo, tuvo un papel clave en la historia medieval de la península ibérica.

Se trata de la típica historia medieval con sus matrimonios pactados y sus pugnas dinásticas. Al morir Sancho III el Mayor de Navarra en 1035, el reino se repartió entre sus hijos, algo que hoy acostumbramos a ver como un error, pero que al bueno de Sancho, ignorando nuestra opinión, debió de parecerle muy buena idea, teniendo en cuenta la enorme extensión de sus dominios. Había para todos. Su hijo Ramiro, que había heredado el condado de Aragón, pugnó con sus hermanos en diversos frentes para tratar de ampliar su parte del testamento. Esto de guerrear entre hermanos para resolver la herencia del padre parece una tradición medieval. Finalmente, consiguió los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Investido de la autoridad real heredada de Sancho III, le consideramos el primer rey de Aragón como Ramiro I.

Un siglo más tarde, en 1134, moría sin descendencia su bisnieto Alfonso I el Batallador, incumpliendo así la primera obligación de todo monarca que se precie: la continuidad dinástica. La difícil situación fue resuelta por los nobles aragoneses que decidieron colocar la corona en la cabeza del hermano de Alfonso, Ramiro II el Monje, a la sazón obispo de Roda. Visto el precedente que le había convertido en rey, Ramiro se apresuró a buscar descendencia. Un año después de su coronación se casó con Inés de Poitou, una viuda con hijos (prueba de su fertilidad, había que asegurar el tiro, no estaba la cosa como para hacer experimentos), y nueve meses después de la boda, en 1136, nacía nuestra protagonista, Petronila de Aragón.

Los problemas dinásticos colocaban al reino de Aragón en una situación de debilidad, convirtiéndose en una pieza muy apetecible a los ojos de las otras grandes casas nobiliarias de la península. En esa situación, el futuro matrimonio de la recién nacida Petronila adquiría una importancia estratégica mayúscula. Desde luego, el vecino reino de León se mostraba muy interesado en una posible unión matrimonial, algo que los nobles araganeses no veían con buenos ojos por ser el leonés un reino muy fuerte en aquel momento, lo que daría lugar a una alianza desigual. Prefirieron fijarse en la casa de Barcelona, de modo que en 1137, cuando contaba solamente un año de edad, Petronila fue dada en matrimonio al conde Ramon Berenguer IV. Quedaban desde entonces unidos los destinos del reino de Aragón y el condado de Barcelona, aunque la boda se celebró en Lérida algo más tarde, en 1150, cuando nuestra protagonista ya tenía 14 años. Fruto de la unión nacería en 1157 el heredero, Alfonso II de Aragón, que ya reinaría como jefe único de ambas casas. Petronila había cumplido el cometido para el que fue traída al mundo.

Lo hemos visto y oído tantas veces que nos parece algo normal, quizá ya no nos llama la atención. Pero hay que ponerse en la piel de estos jóvenes herederos utilizados como moneda cambio en la política de sus respectivos reinos, entregados en matrimonio a personas a las que ni siquiera conocían y sin la más mínima posibilidad de decidir su propio futuro. El matrimonio, además, solía ir acompañado de la separación física de sus familias, en muchos casos no volvían a ver nunca a sus padres y hermanos, o lo hacían en muy raras ocasiones.

Por último, no podemos evitar hacernos una pregunta sin respuesta: ¿Cómo sería hoy nuestro país si Petronila hubiera sido dada en matrimonio al heredero del reino de León? Nunca lo sabremos, por supuesto.

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