Recibo a menudo correos de opositores que se quejan de lo que les cuesta estudiar, relatos de ansiedad, de cansancio, de tensiones producidas por compatibilizar las oposiciones con el trabajo, con la familia, con la vida… Y es que es normal. Son muchas horas de esfuerzo en las que hay que mantener la concentración y estrujar el cerebro para almacenar la preciosa información que pueda demostrar el día D lo que sabemos y lo que valemos. Todos los que hemos opositado sabemos lo que es esto, porque es imposible prepararse sin sufrir los efectos negativos de la preparación. Nadie se levanta cada mañana deseando estudiar seis horas después de una dura jornada laboral. Nadie desea con las uvas de Nochevieja alcanzar la plaza dentro de diez años para disfrutar del periplo.
Mi propia experiencia personal
Yo mismo, por ejemplo, estuve seis años estudiando una media de seis horas diarias de lunes a sábado. Si excluimos las ocho semanas de verano y unas dos o tres de Semana Santa y Navidad, nos quedan, aproximadamente, cuarenta y dos por año. Es decir, pasé más de nueve mil horas estudiando antes de obtener la plaza. ¿Es posible pasar ese tiempo constantemente feliz, sin flaquear nunca? La respuesta obviamente es no, porque eso suponía sacrificar tiempo a mis aficiones, a mis amigos, a mi familia y a mi pareja; es decir, a todo lo que era mi yo fuera de las oposiciones. Yo mismo sufrí los rigores del estudio y me di cuenta, también, desde el primer momento, que yo mismo tenía que generar una ideología compensatoria que me ayudase a afrontar la dureza de mi vida.
Disfrutar del camino de las oposiciones es clave
Desde el principio, además, debido a la carencia de plazas durante el periodo 1994-1998, tomé conciencia de que sacar la plaza iba a ser una tarea de años, por lo que me planteé que la única forma de afrontar una travesía de esas dimensiones era fortalecer mi interior: crear una muralla de ideas positivas que me ayudase a defenderme de las ideas negativas que, a buen seguro, me asaltarían. Máxime cuando entonces las listas de interinos se modificaban según los resultados de las oposiciones tras cada convocatoria. Esa era una tensión añadida que, por un lado te obligaba a estudiar al máximo y por el otro te llenaba de angustia al acercarse las oposiciones por temor a quedarte sin trabajo. ¿Y cómo crear esa coraza ante la ansiedad y el sacrificio?
Disfrutar del saber por el saber
Para mí hay una cuestión fundamental en las oposiciones y es disfrutar de acumular sabiduría. Esta cualidad es difícil de adquirir; por norma general, o se tiene o no se tiene. Quien la tiene es verdaderamente afortunado porque es lo que le permitirá ser feliz en el estudio y en el trabajo ya que, al fin y al cabo, lo que hacemos cuando estudiamos y trabajamos es manejar esa valiosa y sagrada mercancía que ha hecho de los seres humanos lo que somos: el saber. Y nosotros somos los acumuladores y los transmisores de esa energía imprescindible para nuestra especie. Eso debe ser un motivo de placer per se. Y si no lo es, mi consejo sincero es que abandonemos la enseñanza y nos dediquemos a otra cosa porque no vamos a ser felices. Enseñar es eso y no otra cosa. Y cuando estamos opositando, en realidad, con todo el sacrificio que supone, estamos construyendo un nuevo yo y alcanzando una felicidad que supera el dolor del camino. Si no es así, de verdad, abandonemos. Y así yo, cada día, cada hora, cada idea nueva que aprendía sobre Garcilaso o sobre las variedades del español de América era un motivo de orgullo, placer y felicidad.
Saber y ganar en las oposiciones
Hay un famoso programa de televisión que yo veo a menudo con mi hija menor. Se llama “Saber y ganar”. Yo durante la emisión, hago la siguiente prueba: cuando acierto una pregunta de las que aparecen, me digo: ¿dónde y cuándo aprendí yo esto? La mayoría de las respuestas son invariables: “mientras estudiaba las oposiciones”. ¿Por qué? Pues porque durante esos años fui una esponja de saberes, porque al estudiar el tema 47 sobre el Renacimiento aprendía sus ideas filosóficas, sus avances científicos, sus acontecimientos históricos y sus obras artísticas fundamentales. Petrarca, Dante, León Hebreo, Ficino, el neoplatonismo, la circunnavegación de la Tierra, el astrolabio, la pólvora… Y cómo no: Botticelli, Miguel Ángel, Florencia, Carlos I, Lepanto… Y Garcilaso, Boscán, Hernando de Acuña, Herrera… ¿No es maravilloso? ¿No es para estar agradecido todos los días de mi vida poder dedicar mi esfuerzo profesional a algo tan útil para la humanidad y tan bello a la vez?
Las virtudes de las oposiciones
Por otra parte, era muy importante ser consciente de las virtudes que iba fortaleciendo en mi interior. Cada día de opositar es vencer la pereza, hacer frente al sufrimiento, mantener la calma en los momentos de ansiedad y angustia, ser paciente, tener confianza en uno mismo y fe en el porvenir. Pronto observé en mis compañeros de carrera (y en otros opositores e interinos que me rodeaban en los institutos), que la mayoría carecía de estas virtudes y se debatían y angustiaban centrando su atención en los tremendos sacrificios que tenían que realizar y dejándose vencer por la pereza, la desconfianza, la impaciencia y la angustia. Esta es la verdadera razón por la que no estudiaban y acababan abandonando. No habían aprendido que el motor que a mí me conducía a la plaza era totalmente ajeno a ellos. No éramos iguales. Y así, afrontando las oposiciones yo acumulé templanza, fortaleza, confianza, decisión, fe y valor. Yo era consciente de que cada día que pasaba esos valores crecían en mi interior con la fortaleza de árboles que me darían sombra toda la vida. Y así, con felicidad y optimismo en mitad del esfuerzo, cada hora de mi vida era una búsqueda de tiempo para dedicarlo a las oposiciones. Cada hora de la suya era una búsqueda de excusas para no estudiar.
Ver los avances en las oposiciones es fundamental
Otra cuestión fundamental para mí fue ver con nitidez los avances concretos que iba alcanzando con mi esfuerzo. Ver que en mayo de 1992 llevaba un tema y en junio de 1993 llevaba veintisiete temas y en junio de 1994, tras un enorme esfuerzo, me había hecho mi primera versión del temario, solo con notas y esquemas, sin redactar, pero primera versión al fin y al cabo, era un motivo de tremendo orgullo. También ideé entonces, para ser aún más consciente de mis avances semanales en el dominio de cada uno de los temas, lo que hoy empleamos en Opohispania como Hoja de Control o HC. Ver crecer esa hoja semana a semana, dato a dato, era el monumento, la enorme pirámide que levantaba semana a semana, día a día, mi esfuerzo y mi amor propio.
El orgullo del opositor
Así es cómo se construye el orgullo del opositor. Esta es una cuestión importante, sobre todo en un país donde oímos en tantas ocasiones aquello de que los funcionarios son una banda de vagos. Como siempre, hay de todo. Y sí, hay funcionarios que han alcanzado su plaza, como ha ocurrido en otras ocasiones, sin más mérito que su entrada en bolsas de empleo. Y sí, hay funcionarios que intentan escaquearse desde que ingresan como interinos. Pero tú y yo no somos de esos. Nosotros sabemos de lo que hablamos, dominamos nuestra materia y nos hemos ganado (o nos vamos a ganar) nuestra plaza de funcionario por lo que somos, porque tenemos el saber y las virtudes que nos hacen dignos de esa posición social. Y eso es un tremendo orgullo que nos acompañará toda la vida e iluminará a quienes se acerquen a nosotros: a nuestros hijos, amigos y seres queridos. Somos luz y brillaremos.
Las oposiciones suponen una nueva mirada
Además, el tremendo esfuerzo del opositor me hizo cobrar conciencia del mundo y de los seres humanos que lo pueblan. Todos no somos iguales. Todos debemos tener los mismos derechos, pero todos no somos iguales. La propia oposición es un proceso de diferenciación individual. ¿Valía yo lo mismo que una persona que no era capaz de estar sentada estudiando más de una hora seguida? ¿Valía lo mismo yo una persona inconstante, pusilánime o ignorante? ¿Merecíamos el mismo premio social? ¿Valía lo mismo que yo un interino que llevaba diez años presentándose a las oposiciones sin aprobar nunca? ¿En qué consistía la verdadera justicia social? ¿Debíamos cobrar todos lo mismo en el instituto, los que trabajaban y sabían más que los que trabajaban y sabían menos? Todas estas preguntas tenían para mí una respuesta antes de opositar y otra muy diferente después de hacerlo. Un océano de esfuerzo y valor diferenciaba a una persona de otra
Las oposiciones suponen crecer como persona
Porque la dureza de las oposiciones, en última instancia, nos obliga a crecer como personas y alcanzar un nuevo yo más íntegro, más fuerte y más consciente de lo que supone el mundo y la humanidad. Es una travesía increíble, llena de tormentas tras las que siempre hay un amanecer glorioso, el de nuestro nuevo crecimiento, porque cada dolor que asumimos y gestionamos es un paso más hacia nuestro nuevo yo, brillante y poderoso. Ese crecimiento personal, como todos, es doloroso, pero el placer final que nos produce es tan gigantesco que bien merece la pena hacerlo. Esa magnífica llegada al puerto final ha sido mi caso y el de miles y miles de personas, que pasan toda su vida agradeciendo el tiempo que tuvieron que esforzarse para ser quienes son: seres libres, honrados e inteligentes. A esa inmensa aventura es a la que te convoco. El océano y el puerto te esperan. Disfrutemos de la travesía.
Saludos y ánimo. ¡A por la plaza!