¿Cómo combatir la angustia a pocos días de las oposiciones?

¿Cómo combatir la angustia a pocos días de las oposiciones?

Poco a poco se va acercando el final del curso. Y ese terrible enemigo, el día D, que antes era solo una sombra detrás de la línea del horizonte, emerge con intensidad mayor a cada día que pasa. Primero fue ver la convocatoria y sentir un sobresalto. Luego la incertidumbre de si estábamos rellenando bien o no la convocatoria. Los méritos, que no falte ninguno. El plazo, revisar bien qué fecha es concretamente los quince días naturales o hábiles o lo que hayan querido poner este año… Luego, revisar la lista y vernos dentro. Nuevo vuelco del corazón. El día D ya está ahí, ya se va materializando…

Hay tanta gente mirando lo que haremos. Nuestros padres, nuestras parejas, nuestros amigos, la familia, los hijos… Todo el mundo tiene puestos los ojos en nosotros. Todos los seres queridos, a los que nos angustia defraudar, nos están contemplando. Y lo sabemos. Y lo último que deseamos es defraudarles.

¿Nos invade la angustia?

Y llegan los nervios, las prisas, la certeza de que no vamos a poder hacer todo lo que habíamos planeado y que habrá que adaptarse a la situación. Las imaginaciones… ¿Y si me quedo en blanco? ¿y si el día de las oposiciones no me funciona el coche y me deja en mitad de la carretera? ¿y si no me sale ni una bola de los temas que llevo? Temor, ansiedad, angustia… Esa es la realidad del opositor en estos días en los que ya hace calor y los días se alargan. La primavera está afuera, pugnando por asomar bulliciosamente por todas partes; la oposición y el estudio están dentro, aguardando aletargadas el momento de explotar.

Si este año te has presentado a las oposiciones, supongo que los nervios y la ansiedad irán irrumpiendo e interrumpiendo la concentración en el estudio. Es normal. Es normal incluso tener sueños relacionados con el día D o la oposición en general. Y es terrible por la angustia que sufrimos.

¿Y qué podemos hacer ante la angustia del opositor?

Se trata de asimilar esas sensaciones e intentar dominarlas, ya que creo que son inevitables. Esas ideas eran las que yo viví como opositor durante los ocho ocasiones en siete años (desde 1992 a 1998) en que me presenté a las sucesivas convocatorias.

En cualquier situación vital, siempre debemos intentar convertir el elemento negativo en positivo. Todo lo bueno tiene su lado malo; todo lo malo (por malo que sea) ha de tener un pequeño lado bueno. Como decía Cervantes en su obra inmortal: “No hay libro por malo que sea que no tenga algo bueno”. Apliquemos esto a la vida. No se trata de engañarse estúpidamente, sino de positivizar y afrontar con el ánimo dispuesto las diferentes pruebas a las que la vida nos somete.

¿Qué puede haber de bueno en afrontar la angustia de las oposiciones?

Lo primero es asumir que esa angustia es normal. Es normal y yo diría que hasta es positivo. ¿Qué significa sentirla? Significa que nuestra mente está en tensión, preparada para rendir al máximo. Si no la sintiésemos, podría ser porque las oposiciones nos dan lo mismo, podría ser porque vamos con un exceso de confianza, podría ser porque ya damos la batalla por perdida antes de comenzarla, podría ser porque los que nos rodean no nos importan.

Y claro que nos importan las oposiciones. Por eso nos hemos esforzado tantos meses, día a día, sacrificio a sacrificio. Yendo como las olas del mar, una y otra y otra vez al estudio, a romper en el acantilado del estudio, a cincelar con fe y constancia el edificio de esfuerzo y valor que hemos construido en estos meses: nuestros temas, nuestro ejercicio práctico y nuestra programación, que ya son casi como nuestros hijos. ¿Cómo no nos va a importar todo esto?

¿En qué debemos pensar? Disfrutar el momento

No hay guerrero que no esté nervioso antes del combate. Ni tampoco un deportista o una cantante. La responsabilidad, el querer hacer bien las cosas son una sensación única. Son la medida de nuestro valor. Intenta disfrutarla porque pocas veces en la vida te vas a sentir delante de una cumbre como esta. Mirando hacia abajo, vemos todo lo que hemos hecho. ¡Cuánto hemos trabajado! ¡Cuánto hemos avanzado! ¿Acaso no hemos hecho un esfuerzo descomunal yendo una y otra vez, como las olas del mar contra el acantilado? ¡Claro que sí!

Cerremos los ojos y sintamos el aire entrar en nuestros pulmones. Este momento es único. Somos privilegiados. Este vértigo es el que se siente cuando vamos a hacer un esfuerzo supremo. Benditas las personas que sienten esta angustia al menos una vez en su vida porque en ese momento saben que están en el sitio correcto y que Dios les va a acompañar.

Vamos a vencer

En nuestro corazón, cada uno en su sitio, están todos nuestros seres queridos. Son nuestro impulso, nuestra razón de ser, nuestra meta y los testigos de nuestro esfuerzo. Y están ahí para abrazarnos al acabar nuestro sacrificio, para recogernos ocurra lo que ocurra y darnos su aliento y su calor. No les vamos a defraudar; no nos vamos a defraudar.

Quedan pocos días, queda el último esfuerzo. Vamos otra vez más, como las olas del mar, impulsados por nuestra fe y por el amor que nos impulsa como el viento en las velas. Vamos a mirar adelante, con el corazón a tope y la cabeza fría. Vamos a convertir cada instante de angustia en un momento de recuerdo a quienes nos impulsan. Vamos a sacar un momento la cabeza del agua de la angustia para tomar el aire que nos insuflan. Y vamos a volver al mar, como las olas, una y otra y otra vez. A construir nuestro futuro. Vamos a vencer.

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