La Asociación de Interinos por la Calidad de la Enseñanza Pública (AICEP)

La Asociación de Interinos por la Calidad de la Enseñanza Pública (AICEP)

Hace mucho tiempo que quería hacer este artículo. Por un lado, por recordar los viejos tiempos, pues el pasado, si es feliz, es siempre un territorio al que volver. Pero sobre todo, porque creo que de las enseñanzas de aquellos días hay lecciones que aprender también para la actualidad, tal y como demuestra la situación que se ha generado con las oposiciones en España. La batalla política desatada en torno al nuevo Real Decreto de Acceso entre partidos, comunidades autónomas, sindicatos y organizaciones como Docentes por la Justicia me recuerda a la situación que se generó en 1996 y en la que yo participé activamente.

El problema histórico de los interinos y la AICEP

Hasta que yo me acerqué a las oposiciones, en 1992, no tenía ni idea del problema de los interinos. Es más, no me encontré con ese problema hasta 1994. Yo había participado entre 1980 y 1990 en el movimiento estudiantil e incluso había sido uno de los dirigentes del Sindicato de Estudiantes, llegando a formar parte de la comisión estudiantil que negoció durante las huelgas de 1986-1987 con el ministro Maravall y su entonces secretario Pérez Rubalcaba. Es más, durante esos años, estaba más pendiente del movimiento estudiantil y de la política que de la filología. Recuerdo que don Francisco Marcos Marín, cuando a veces entraba en clase, me decía jovial: “¿Qué tal, López Prieto, cómo va la revolución?”. Pero a pesar de todo esto, no tenía ni idea de en qué consistía el problema de los interinos.

Al acabar la carrera, empecé a trabajar en el Colegio Siglo XXI y me afilié a FETE-UGT. Formé parte del comité de empresa hasta 1993, en que, tras ser llamado a la lista de interinos, pedí allí la excedencia. Trabajé un año como interino y seguía sin tener ni idea del problema de los interinos. A mí me habían llamado para trabajar en octubre y me pasé el curso estudiando y haciendo sustituciones de quince días sin atender nada más.

Me enteré, ¡vaya si me enteré!, en septiembre de 1994, cuando tras las oposiciones de julio de 1994 (que constaban de tres exámenes eliminatorios: dos comentarios, tema escrito y encerrona con tema oral) acudí al acto público en que se repartían las vacantes. El Ministerio, (todavía no se habían dado las competencias en Educación salvo a Andalucía, Cataluña, Galicia y la Comunidad Vasca) había decidido que las listas de interinos se organizasen por bloques. En el bloque A (los únicos que entonces tenían derecho a vacante) estaban quienes habían superado las tres pruebas; en el bloque B estaban quienes habían superado tema escrito y comentarios y en el bloque C quienes no habían superado ninguna prueba. En el primer bloque estábamos en Madrid tan solo unas cuarenta personas a las que se nos convocó ese día de inicios de septiembre. Cuál fue mi sorpresa cuando al llegar a la calle Vitrubio nos encontramos con una manifestación convocada por UGT, CCOO y los demás sindicatos en la que se nos insultaba como “nazis” (¿nazis?) por ocupar las vacantes. El ambiente era tan tenso que tuvo que venir la Policía Nacional para garantizar el desarrollo del acto.

A partir de ahí, la lucha se trasladó a los sindicatos. Yo pertenecía a UGT, pero siempre había estado centrado en mi centro y me desentendía de lo que ocurría fuera de él. Al ver lo ocurrido empecé a ir a asambleas y reuniones de interinos. Y allí ya me di cuenta de que en el sindicato había dos tipos de interinos. Unos muy mayores que no habían aprobado después de tres años de regularización (1991, 1992 y 1993) y que decían que no tenían tiempo para estudiar y otros, más jóvenes, que habíamos aprobado en 1993 y en 1994. Ellos querían que las listas se organizasen por antigüedad (volviendo al sistema anterior) y nosotros que se mantuvieran organizadas por bloques según los exámenes aprobados. La dirección del sindicato apoyaba a los interinos viejos.

La explicación de Jesús Felipe Martínez Sánchez

Yo tenía la inmensa fortuna de que Jesús Felipe Martínez Sánchez me ayudase a preparar las oposiciones. Él había sido el responsable de Educación del PCE y de CCOO durante la clandestinidad y la Transición y conocía el problema de los interinos perfectamente. Fue él quien me contó que este problema se dio a partir de finales del franquismo en la universidad (eran los famosos PNN’s) y en los institutos. En aquellos tiempos, cuando un profesor faltaba, decidía quién le sustituía. Así entraban los interinos en los dos ámbitos. La universidad estaba dominada por el PCE (y por tanto los PNN’s eran cercanos al comunismo) y en los institutos, los profesores eran de derechas y por tanto, designaban a afines. El pacto político entre la UCD y el PCE consistió en hacer fijos a todos. Incluso llegaron a celebrarse oposiciones restringidas con plazas diferentes para interinos y para libres (algo parecido a lo que se quiere hacer ahora), que fueron declaradas inconstitucionales en 1984 por vulnerar la igualdad entre los participantes. A partir de ese momento, estas personas que habían entrado a dedo se blindaron en las listas de interinos, sobre todo a partir de que el PSOE unificase la Mesa sectorial de Educación uniendo a primaria y a secundaria (con el objetivo de que UGT y CCOO, que eran mayoritarios en primaria y no tenían implantación en secundaria, fuesen hegemónicos en las negociaciones y engullesen a los “derechistas” profesores y catedráticos de instituto). A esas personas se les dio la gran oportunidad de la regularización de los noventa y no fueron capaces de aprovecharla (obviamente por su incapacidad para dominar mínimamente un tema, pues se podía obtener la plaza sin ni siquiera aprobar el tema ya que se sumaba un punto por cada año de antigüedad hasta un máximo de diez).

Convertir un demérito en un mérito

En realidad, lo que estos interinos querían era convertir un demérito (no haber aprobado las oposiciones durante años y años de oportunidades) en un mérito. Jesús además me decía que en los centros de estudio, durante el curso 94-95 todo el mundo decía que los nuevos interinos eran mucho mejores que los anteriores. ¡Hombre, claro! ¡Como que todos nosotros habíamos aprobado una dura oposición mientras que los otros no habían aprobado nunca!

¿Cómo surgió la AICEP?

Hubo varias reuniones dentro de la UGT durante los cursos 94-95 y 95-96 en los que los viejos interinos presionaban para que se modificase el orden de las listas. Madrid se hizo con las competencias educativas y los sindicatos querían cambiar las normas. Pero cada vez éramos más los interinos que estábamos en contra de que hubiera listas blindadas. Queríamos que las listas se reordenasen por las notas de la oposición en cada convocatoria y que la plaza de un interino, como indicaba su propio nombre, no podía interpretarse nunca como fija. El secretario general de FETE-UGT Madrid me dijo que el sindicato cambiaría de postura si un día en una asamblea nosotros conseguíamos más votos que la corriente contraria. Pues ese día llegó. Y yo le recordé sus palabras al secretario general, que me dijo: “Bueno, es que una política así no se puede cambiar solo para Madrid. Tenéis que elevar una propuesta en un congreso confederal para que cambie la política del sindicato.” ¿Cómo? ¿Ir a un congreso confederal? Esto no es lo que me había dicho meses atrás. Decidí dejar el sindicato.

La intervención de Teresa Argüello San José

Y fue a inicios del curso 96-97 cuando coincidí con mi antigua compañera de la facultad Teresa Argüello en un cursillo. Estaba muy preocupada porque sabía que UGT, CCOO y los demás sindicatos «de clase» querían reunirse con la Comunidad de Madrid para cambiar las normas de las listas. Me dijo que había convocado una reunión de interinos. Había hecho un gran trabajo mandando cartas a todos los institutos para que fueran a la convocatoria todos los interinos para defender que las listas se hicieran por notas de oposición. Teresa sabía que yo tenía experiencia en el movimiento estudiantil y me ofreció participar en la asamblea y el movimiento. Yo tenía mucho que estudiar (igual que ella y todos los demás), pero pensé que merecía la pena defender lo que era justo. Me lancé al ruedo y organizamos un nuevo sindicato al que dotamos de estructura: local, cuotas, afiliados, estatutos y un nombre: AICEP (Asociación de Interinos por la Calidad de la Enseñanza Pública). Hablé con compañeros de UGT y CCOO, que se unieron a nosotros. Todos éramos jóvenes que sacábamos buenas notas y estábamos en el bloque A.

¿Qué ideas defendíamos?

El nombre elegido quería expresar nuestra fuente de legitimación. Nosotros queríamos transmitir a la sociedad que los alumnos de la enseñanza pública tenían derecho a tener a los mejores profesores. Y la forma menos mala de seleccionar a esos profesores eran las oposiciones. Unas oposiciones libres a las que todo el mundo podía concurrir. Los años de antigüedad no eran ningún tipo de garantía de calidad. Los interinos viejos decían que defendíamos eso porque nos interesaba. Pero nosotros teníamos más fuerza moral año tras año, porque cada vez acumulábamos más puntos y sin embargo, cuando ya no nos interesaba ese sistema, seguíamos defendiendo lo mismo porque nos parecía lo más justo y lo mejor para la calidad del sistema. Y lo que defendíamos era un examen puro y duro, que nosotros también podíamos suspender. Ellos querían listas blindadas y no estudiar. ¿Eso era velar por la calidad del sistema?

¿Qué actividades manteníamos?

Nuestra organización era puramente defensiva. Simplemente queríamos que se mantuviera el sistema vigente en la Comunidad de Madrid y respondíamos a cada acción que UGT y CCOO hacían. Si convocaban una concentración, nosotros íbamos a repartir nuestra propaganda y defender nuestras ideas. Si ellos pedían una reunión con la Consejería, nosotros pedíamos otra. Si ellos daban una rueda de prensa, nosotros dábamos otra. La idea es que ni ellos ni los periodistas pudieran decir en ningún sitio: “los interinos dicen” o “se han manifestado los interinos” porque había dos tipos de interinos. Y aquellos años se enteró todo el mundo. Para mí fue y es un orgullo haber construido aquella organización y haber defendido que hubiera listas ordenadas por las notas cuando a mí ya no me interesaba porque ya tenía seis años de antigüedad. Otras personas, las que estaban en AICEP conmigo, pueden decir lo mismo. Muchísimas otras personas, no. Solo pueden aducir que les interesa que las listas sean blindadas. Eso no es defender la educación, sino poner el sistema educativo al servicio de una persona.

¿Cómo terminó la AICEP?

Al llegar las duras oposiciones de 1998, casi todos los que componíamos la Junta Directiva de la asociación obtuvimos plaza. Yo la obtuve en Andalucía, otros compañeros en Extremadura, otros en Madrid y otros en Castilla-León. Le cedimos los trastos a la única persona de la Junta Directiva de AICEP que no había obtenido plaza, un viejo militante de CCOO, profesor de Filosofía, que entonces no tenía puntos. Para mí fue penoso verle por la televisión casi veinte años después, reintegrado en CCOO y todavía interino. ¡Veinte años después! Ahora ya pedía listas blindadas. Le interesaba, supongo. Me dio verdadera pena y hasta un poco de asco. Se llamaba M.A. No digo su nombre por no estigmatizarle, pero si lee este artículo, verá que nos acordamos de él. Es probable que saque la plaza este año tras el nuevo Real Decreto del Gobierno que va a dar la plaza sin oposición a muchos interinos.

Lecciones para la actualidad

Cuando una persona se mueve con tenacidad e inteligencia obtiene cosas. Durante el tiempo que nosotros existimos, en la Comunidad de Madrid no hubo listas blindadas. Esa es la realidad. ¿Estoy seguro de que sin nosotros, las listas se hubieran blindado, porque cambiaron las normas en cuanto AICEP se eclipsó.. Hay muchas personas que estudian poco, pero sí dedican muchas energías a reunirse, manifestarse y “defender sus derechos”. Mientras los que sí estudian no se les opongan activamente, ellos ganan la plaza en los despachos.

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