¿Cómo deberían ser las próximas oposiciones?

¿Cómo deberían ser las próximas oposiciones?

Photo by Joseph Barrientos on Unsplash
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Hace ya mucho tiempo que queríamos hacer este artículo. Años. Antes que nada queremos dejar algo claro: la propuesta que vamos a plantear aquí es simplemente una aportación al debate sobre cómo deberían ser las oposiciones. No tiene ninguna voluntad de representar la verdad absoluta, ni mucho menos. Si fuera nuestro el Ministerio de Educación, lanzaríamos una propuesta como esta, razonada, para luego mejorarla con las aportaciones, también razonadas, de quienes quisieran participar en el debate, abriéndolo verdaderamente a toda la sociedad, pues la educación concierne a todos los ciudadanos, pues de ella depende el futuro de la nación.

Nuestro compromiso con las oposiciones es inquebrantable

Por otro lado, antes de dar nuestra opinión, debemos aclarar un punto muy importante. Nuestro compromiso con las oposiciones y con la calidad de nuestro trabajo de preparación es una apuesta vital que se ha mantenido y se mantendrá inquebrantable pase lo que pase. Ya lo demostramos con todos los sistemas de oposición que ha habido desde 1999 y sobre todo, con el anterior proceso de regularización, entre 2008 y 2010, cuando el 70% de las personas que preparamos obtuvo la plaza.

Primero como opositores y luego como preparadores, nos hemos enfrentado a varios sistemas. Desde 1992 hasta 2022 hemos visto dos temarios, dos cuerpos diferentes (la primera vez que me presenté era para el Cuerpo de Profesores de Bachillerato) y varios sistemas tanto de acceso al cuerpo como de ordenación de las listas de interinos. Y debo remarcar dos ideas: la primera es que, siempre, me gustase más o menos un modelo, me adapté a él y estudié seis horas diarias seis días a la semana para ser el mejor; la segunda, como preparador, haya el sistema de acceso que se dé en cada circunstancia, he dado lo mejor de mí mismo y he dedicado todos mis esfuerzos a ayudar a otras personas a obtener su plaza. Afortunadamente lo he conseguido en todas las circunstancias y eso es lo que explica que todavía, veintitrés años después, aún siga aquí. Quien yo preparo podrá atestiguar que es común que trabaje sábados y domingos. Eso se debe a que me encanta mi trabajo y la responsabilidad que asumo al preparar a una persona.

¿Debe haber educación pública?

Esta es la primera pregunta. Creemos que es preciso que exista un sistema público que garantice el derecho a la educación de todos los alumnos de todas las capas sociales, entendiendo el sistema público de educación como el lugar en el que se debe hacer posible la igualdad de derechos y la realización individual de cada persona incluyendo la posibilidad de ascender socialmente gracias a su capacidad, esfuerzo y mérito. La meta del sistema ha de ser siempre su usuario final, el alumnado. Y dentro del alumnado, el más necesitado, aquel que no puede elegir y se ve forzado a ir al sistema público. Ese alumno tiene derecho a ser enseñado por los mejores.

¿Y el profesorado del sistema público debe ser seleccionado por oposiciones?

Esta es la segunda pregunta que hay que contestar. Y la respuesta es sí. Debe haber oposiciones porque, siendo las oposiciones un mal sistema para elegir a los profesores, es el mejor posible. ¿Cuál es la alternativa? La dedocracia pura y dura. Ese sistema ya existió en España hasta que se pusieron las oposiciones y suponía que los funcionarios eran nombrados y cesados por los políticos de turno, por lo que cada cambio de gobierno se modificaba el funcionariado, como podemos leer en la novela de Galdós, Miau.

¿Debe haber pruebas teóricas? ¿Cómo deben ser?

Efectivamente, creemos que debe haber pruebas teóricas para calibrar que esos docentes que han de garantizar la calidad de la educación pública dominan los conocimientos de su asignatura. Se critica la opacidad y la falta de objetividad del sistema actual. Como sabemos, un mismo tema puede ser calificado de forma diferente según quien componga los tribunales.
En este sentido, creemos que debe haber un temario oficial (y no como hasta ahora, que cada opositor se elabora o consigue un temario propio) y el examen debe ser mixto. Por un lado, una larga batería de preguntas (doscientas, por ejemplo) tipo test al estilo del examen MIR donde aparezcan preguntas de absolutamente todo el temario y otras preguntas más cortas de desarrollo de algunos apartados del temario y otra de un tema completo como hasta ahora. Para ello se podría dividir cada tema en cinco epígrafes (como marcaba el modelo aprobado por el Gobierno Zapatero en 2012) y preguntar por azar algunos de estos epígrafes. En estas preguntas de ensayo se comprobaría la capacidad de redacción del aspirante.

¿Debe haber pruebas prácticas? ¿Cómo deben ser?

También creemos que debe haber pruebas prácticas que demuestren la capacidad del aspirante en los contenidos prácticos de la materia (métrica, comentario lingüístico y literario, comentario crítico, sintaxis, análisis morfológico y fonológico). Estas pruebas pueden ser de dos tipos. Unas, absolutamente objetivas y tipo test, como ocurre por ejemplo con los ejercicios y problemas que se emplean en los exámenes de patrón de embarcación de recreo, patrón de yate o capitán de yate. Además de esto, debería haber un comentario literario y otro lingüístico, como ocurría en las oposiciones anteriores al modelo LOGSE, pues creemos que es en ellos donde se puede demostrar mejor la capacidad de síntesis, la competencia literaria y lingüística del candidato.

¿Debe haber pruebas pedagógicas? ¿Cómo deben ser?

Sí, creemos que debe haberlas, pero ya con la oposición aprobada. Es decir, una vez se aprobase la oposición, las personas cobrarían su sueldo integro y se incorporarían a sus centros y repartirían su jornada siguiendo un curso de didáctica aplicada y dando clase con un tutor de prácticas. Tras dos años en esta situación (similar también al modelo MIR) obtendrían su plaza mediante informe positivo de una comisión evaluadora.

¿Podría haber aprobados sin plaza?

No, tal y como ocurre en otros cuerpos del Estado, solo podría haber tantos aprobados como plazas ofertadas. Los interinos saldrían de una lista ordenada exclusivamente por orden de notas entre los suspendidos. Esta lista se modificaría tras cada convocatoria y los interinos no acumularían ningún tipo de antigüedad ni de derecho para convocatorias futuras.

¿Serían las pruebas eliminatorias?

Sí. Primero se harían las pruebas objetivas tipo test (tanto teórica como práctica). Solo tras superar estos dos tests, se harían las pruebas de ensayo. Esto facilitaría la rapidez y transparencia del proceso, pues pasarían muy pocas personas a la siguiente fase pues serían mucho menos personas las que aprobarían la primera fase.

¿Debe haber máster del profesorado?

No. Para capacitar y enseñar a los profesores como grandes docentes estaría la propia fase de prácticas donde tendrían como tutor a un compañero real que atiende a alumnos reales y no a profesores de Pedagogía que no han dado clase jamás en un colegio o un instituto y están fuera de la realidad. Comprendemos que esto iría en contra del profesorado de esas escuelas y sobre todo, del papel de falsos gurús que hoy tienen en el sistema educativo en el que difunden ideas pedagógicas que, paradójicamente, no tienen base científica demostrada y nos ha conducido paso a paso desde 1990 al desastre educativo que hoy vivimos y que se evidencia en todas las pruebas internacionales.

¿Podría presentarse cualquier licenciado?

Sí. La vida es muy larga y todos tenemos derecho a equivocarnos y mejorar. Con dieciocho años elegimos una carrera, pero nuestra experiencia demuestra que cambiamos y que hay grandes docentes de Lengua y Literatura que no estudiaron Filología. Una exigente y completa prueba objetiva servirá para discernir si saben o no sobre la materia que han de impartir.

¿Sería oposición pura y dura?

Sí. No habría más méritos que los exámenes. La razón es que de esta forma seleccionamos a los mejores en una prueba absolutamente idéntica para todos. Todos sabemos que los cursos o las notas de la universidad son concedidas en condiciones menos objetivas y estandarizadas que unas oposiciones. Además, no nos sirven para detectar a los que más saben de gramática o literatura. La antigüedad no debe ser considerada como un mérito en ningún caso. Tres años repitiendo errores no pueden ser premiados. Queremos a los mejores, no a los más antiguos.

¿Cuáles son las ventajas de este sistema?

Son muchas. En primer lugar, la calidad del profesorado sería excelente. En segundo lugar, la preparación del alumnado sería mayor al tener un profesorado mejor cualificado. Y en tercer lugar, seleccionar el profesorado así sería una excelente forma de modificar la manera de evaluar a los alumnos, premiando entre ellos también la excelencia y el esfuerzo. Para estimular esos valores nadie mejor que una persona que ha obtenido su plaza así.

¿Por qué no lo defienden los sindicatos?

Los sindicatos entienden la educación como un sector productivo más, como si se tratase de sectores con mano de obra no cualificada. También entienden el sistema educativo más como la mejor forma de ideologizar a la población infantil y juvenil que como una palanca para la transmisión de conocimientos que ayude al ascenso social, dejando que cada persona o cada familia tenga libremente los valores que desee. A la vez, no tienen afiliados entre los opositores que no han trabajado nunca y sí entre los interinos. Todos estos factores están, para ellos, por encima del derecho de los alumnos a tener una educación de calidad.

¡A por la plaza!

En todo caso, y haya el sistema que haya, nuestra preparación seguirá mostrando la misma calidad y nivel de exigencia que nos ha caracterizado desde 1999. Una plaza es para ti.

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